La Iglesia nos propone hacer cada primer viernes de mes una piadosa memoria al amor de Jesús, simbolizado en su Sagrado Corazón. Del siglo XII proviene un himno, atribuido comúnmente a san Bernardo de Claraval, que expresa de forma conmovedora el amor de Dios a los hombres en Jesús, nuestro Salvador.
Del himno gregoriano existen diversas versiones posteriores. Hoy hemos escogido la de un autor del barroco alemán anterior a Bach, Dietrich Buxtehude (1637-1707). A pesar de que es más conocido por su obra de órgano, también compuso cantatas. Con él, alcanza la música protestante una calidad comparable a la anterior polifonía católica, y abrirá el camino que desembocará en Juan Sebastian Bach.
Generalmente se interpreta, tanto en la liturgia católica como en las composiciones artísticas, una versión reducida de este himno. Con todo, proponemos también el texto completo de este himno, con su traducción, para poder saborear no sólo escuchando la serena música de Buxtehude, sino meditando y orando en el amor de Jesús.
Dans vera cordis gaudia Sed super mel et omnia Eius dulcis praesentia. Nil canitur suavius Nil auditur iucundius Nil cogitatur dulcius Quam Jesus Dei Filius. Iesu, spes paenitentibus Quam pius es petentibus Quam bonus Te quaerentibus Sed quid invenientibus? Iesu dulcedo cordium Fons vivus lumen mentium Excedens omne gaudium Et omne desiderium. Nec lingua valet dicere Nec littera exprimere Expertus potest credere Quid sit Iesum diligere. Iesu Rex admirabilis Et triumphator nobilis Dulcedo ineffabilis Totus desiderabilis. Mane nobiscum Domine Et nos illustra lumine Pulsa mentis caligine Mundum reple dulcedine. Quando cor nostrum visitas Tunc lucet ei veritas Mundi vilescit vanitas Et intus fervet Caritas. Iesum omnes agnoscite Amorem eius poscite Iesum ardenter quaerite Quaerendo in ardescite. Iesu flos matris Virginis Amor nostrae dulcedinis Tibi laus honor numinis Regnum beatitudinis. Iesu summa benignitas Mira cordis iucunditas In comprehensa bonitas Tua me stringit Caritas. Iam quod quaesivi video Quod concupivi teneo Amore Iesu langueo Et corde totus ardeo. O Iesu mi dulcissime Spes suspirantis animae Te quaerunt piae lacrymae Et clamor mentis intimae. Sis, Iesu, nostrum gaudium, Qui es futurus praemium: Sit nostra in te gloria Per cuncta semper saecula. Amen. | Es dulce el recuerdo de Jesús,
que da verdaderos gozos del corazón
pero cuya presencia es dulce
sobre la miel y todas las cosas.
Nada se canta más suave,
nada se oye más alegre,
nada se piensa más dulce
que Jesús el Hijo de Dios.
Jesús, esperanza para los penitentes,
qué piadoso eres con quienes piden,
qué bueno con quienes te buscan,
pero ¿qué con quienes te encuentran?
¡Oh Jesús!, dulzura de los corazones,
fuente viva, luz de las mentes
que excede todo gozo
y todo deseo.
Ni la lengua es capaz de decir
ni la letra expresar.
El experto puede creer
que Jesús sea amado.
¡Oh Jesús! rey admirable
y triunfador noble,
dulzura inefefable
todo deseable.
Permanece con nosotros, Señor,
ilumínanos con la luz,
expulsa la tiniebla de la mente
llena el mundo de dulzura.
Cuando visitas nuestro corazón
entonces luce para él la verdad,
la vanidad del mundo se deprecia
y dentro hierve la Caridad.
Conoced todos a Jesús,
invocad su amor
buscad ardientemente a Jesús,
inflamaos buscando.
¡Oh Jesús! flor de la madre Virgen,
amor de nuestra dulzura
a ti la alabanza, honor de majestad divina, Reino de la felicidad.
¡Oh Jesús! suma benevolencia,
asombrosa alegría del corazón
al expresar tu bondad
me aprieta la Caridad.
Ya lo que busqué veo,
lo que deseé tengo
en el amor de Jesús languidezco
y en el corazón me abraso todo.
¡Oh Jesús, dulcísimo para mí!,
esperanza del alma que suspira
te buscan las piadosas lágrimas
y el clamor de la mente íntima.
Sé nuestro gozo, Jesús,
que eres el futuro premio:
sea nuestra en ti la gloria
por todos los siglos siempre. Amén.
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