Este primer viernes de Cuaresma vamos a escuchar la primera de las Lamentaciones de la Semana Santa, que corresponde a los Maitines del Jueves Santo. La versión es la que compuso el zaragozano Pedro Ruimonte. Se cree que llegó a Bruselas en 1599 como mozo de coro en la comitiva de archiduque Alberto y la princesa Clara Eugenia, los nuevos gobernadores de los Países Bajos.
El 17 de agosto de 1601 escribe a su hermana, contándole que es «maestro de música en la capilla de Sus Altezas Serenísimas». En 1604 se anunció en la portada de Missae sex como «Maestro de la Capilla y de la Cámara de Sus Excelencias». En 1614, en la portada del Parnaso español de Madrigales y Villancicos, figura «Maestro de Música de la Cámara de los Serenísimos Príncipes Alberto y doña Isabel Clara Eugenia, Archiduques de Austria».
El 17 de agosto de 1601 escribe a su hermana, contándole que es «maestro de música en la capilla de Sus Altezas Serenísimas». En 1604 se anunció en la portada de Missae sex como «Maestro de la Capilla y de la Cámara de Sus Excelencias». En 1614, en la portada del Parnaso español de Madrigales y Villancicos, figura «Maestro de Música de la Cámara de los Serenísimos Príncipes Alberto y doña Isabel Clara Eugenia, Archiduques de Austria».
Incipit Lamentatio Ieremiae Prophetae.
ALEPH. Quomodo sedit sola civitas plena populo facta est quasi vidua domina gentium princeps provinciarum facta est sub tributo.
BETH. Plorans ploravit in nocte et lacrimae eius in maxillis eius non est qui consoletur eam ex omnibus caris eius omnes amici eius spreverunt eam et facti sunt ei inimici.
Jerusalén, Jerusalén. Conviértete al Señor, tu Dios.
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Comienzan las Lamentaciones del Profeta Jeremias.
Aleph. ¡Qué solitaria está la ciudad populosa! Se ha quedado viuda la primera de las naciones; la princesa de las provincias, en trabajos forzados. Beth. Pasa la noche llorando, le corren las lágrimas por las mejillas. No hay nadie entre sus amigos que la consuele; todos sus aliados la han traicionado, se han vuelto sus enemigos. ¡Jerusalén, Jerusalén, conviértete al Señor, tu Dios! |
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