San Vicente es uno de los más grandes mártires de la antigüedad cristiana en Hispania. Tal llegó a ser su veneración en aquella primera iglesia, que hasta el gran san Agustín le dedicó varios sermones. En uno de ellos, dice así:
Era tan grande la crueldad que se ejercitaba en el cuerpo del mártir y tan grande la tranquilidad con que él hablaba, era tan grande la dureza con que eran tratados sus miembros y tan grande la seguridad con que sonaban sus palabras, que parecía como si el Vicente que hablaba no fuera el mismo que sufría el tormento. Es que, en realidad, hermanos, así era: era otro el que hablaba. Así lo había prometido Cristo a sus testigos, en el Evangelio, al prepararlos para semejante lucha. Había dicho, en efecto: "No os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo lo diréis. No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros".
La Iglesia hispana siempre veneró con singular culto al mártir Vicente. De hecho, uno de los grandes hitos del santoral de la liturgia hispana es la fiesta de su Pasión. La liturgia hispana de la Iglesia hispano-romana pervivió en la llamada liturgia mozárabe, la de los cristianos que vivieron entre los musulmanes. En honor de aquel santo, hemos escogido como oración musical el Gloria en canto mozárabe, interpretado por los monjes de Silos.
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