Celebramos hoy la memoria de santa Cecilia, patrona de la música. En realidad, la santa mártir de Roma poco tiene que ver con la música. ¿De dónde proviene, entonces, tal patrocinio? La primera antífona de su oficio, tomada de la leyenda de su martirio, dice: Cantantibus organis Cecilia Domino decantabat dicens: Fiat cor meum immaculatum ut non confundar. Es decir, Sonando los tubos, cantaba Cecilia a Dios, diciendo: Que mi corazón permanezca inmaculado, para que no quede confundida. La palabra que llevó a la confusión es Organis, los tubos: la santa padeció el martirio al ser encerrada en una terma, para que se quemase. En las termas, el calor era conducido por tubos o por conductos que se encontraban bajo el suelo. Sin embargo, una traducción deficiente interpretó que se trataba de instrumentos musicales, que acompañarían el canto de la santa.
El caso es que, como consecuencia de esta confusión, quedó santa Cecilia constituida en patrona de los músicos. Por eso, muchos compositores musicales dedicaron a la santa una Oda. Una de ellas es la que compuso Jorge Federico Haendel, cuya festiva obertura escuchamos hoy como homenaje a la santa mártir, en la versión de la Orquesta de la Capilla Real de Madrid, en un concierto celebrado en la Iglesia de los Jerónimos de Madrid el año 2007.
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