La experiencia religiosa de Beethoven fue verdaderamente curiosa. Educado en el catolicismo, nunca fue una persona devota. Es más, desde joven, se dejó influir por la masonería y el deísmo. Entre sus manuscritos se han encontrado también traducciones de textos orientales.
Con este trasfondo, casi al final de su vida, compuso la Misa Solemne en 1818 por encargo del Archiduque Rodolfo de Austria, que era entonces Obispo de Olmütz, una ciudad de Moravia integrada hoy en la República Checa. Beethoven ya estaba sordo, y esta composición se relaciona con su novena sinfonía. Es una época de gran interioridad del autor, que se propone musicalmente los grandes temas existenciales del hombre.
Beethoven no compuso mucha música religiosa, pero quiso dejar su impronta con una obra maestra de la música religiosa: esta Misa Solemne. El viejo texto latino da pie a un comentario musical que excede la exposición de dicho texto para procurar desarrollar musicalmente las inquietudes personales del autor. De ahí que se haya dicho que sea más apta para interpretar en una sala de conciertos que en una iglesia.
El fragmento que vamos a escuchar hoy, el Agnus Dei, es un buen exponente de lo que estamos diciendo. El dramatismo nervioso de la expresión Miserere nobis, va mucho más allá del obvio sentido religioso al que se refiere, para expresar todo un anhelo del autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario