El Stabat Mater ("Estaba la Madre", en latín) es una secuencia atribuida al papa Inocencio III y al franciscano Jacopone da Todi. Se la data en el siglo XIII. En una época de sufrimiento, especialmente con motivo de la peste del siglo XIV, alcanzó gran popularidad esta secuencia, que expresaba el dolor de la Virgen, y se compaginaba bien con el inmenso sufrimiento que la enfermedad y la guerra impuso al pueblo cristiano de esta época.
Stabat Mater dolorosa
Iuxta crucem lacrimosa dum pendebat Filius. Cuius animam gementem, contristatam et dolentem, pertransiuit gladius. O quam tristis et afflicta fuit illa benedicta Mater Vnigeniti. Quæ mœrebat et dolebat, Pia Mater cum uidebat Nati pœnas incliti. Quis est homo qui non fleret, Matrem Christi si videret in tanto supplicio? Quis non posset contristari, Christi Matrem contemplari dolentem cum Filio? Pro peccatis suæ gentis uidit Iesum in tormentis et flagellis subditum. Vidit suum dulcem natum moriendo desolatum, dum emisit spiritum. Eia Mater, fons amoris, me sentire uim doloris fac, ut tecum lugeam. Fac ut ardeat cor meum in amando Christum Deum, ut sibi complaceam. Sancta Mater, istud agas, Crucifixi fige plagas cordi meo ualide. Tui nati uulnerati, tam dignati pro me pati, pœnas mecum divide. Fac me vere tecum flere, Crucifixo condolere, donec ego uixero. Iuxta crucem tecum stare, et me tibi sociare in planctu desidero. Virgo uirginum præclara, mihi iam non sis amara: fac me tecum plangere. Fac ut portem Christi mortem, passionis fac consortem, et plagas recolere. Fac me plagis uulnerari, fac me cruce inebriari, et cruore Filii. Flammis ne urar succensus per te Virgo, sim defensus in die judicii Christe, cum sit hinc exire, da per Matrem me venire ad palmam victoriae. Quando corpus morietur, fac ut animæ donetur Paradisi gloria |
Estaba la Madre dolorosa
junto a la Cruz, lacrimosa, mientras pendía el Hijo. Cuya ánima gimiente, contristada y doliente atravesó la espada. ¡Oh cuán triste y afligida estuvo aquella bendita Madre del Unigénito!. Languidecía y se dolía la piadosa Madre que veía las penas de su excelso Hijo. ¿Qué hombre no lloraría si a la Madre de Cristo viera en tanto suplicio? ¿Quién no se entristecería a la Madre contemplando con su doliente Hijo? Por los pecados de su gente vio a Jesús en los tormentos y doblegado por los azotes. Vio a su dulce Hijo muriendo desolado al entregar su espíritu. Oh, Madre, fuente de amor, hazme sentir tu dolor, contigo quiero llorar. Haz que mi corazón arda en el amor de mi Dios y en cumplir su voluntad. Santa Madre, yo te ruego que me traspases las llagas del Crucificado en el corazón. De tu Hijo malherido que por mí tanto sufrió reparte conmigo las penas. Déjame llorar contigo condolerme por tu Hijo mientras yo esté vivo. Junto a la Cruz contigo estar y contigo asociarme en el llanto es mi deseo. Virgen de Vírgenes preclara no te amargues ya conmigo, déjame llorar contigo. Haz que llore la muerte de Cristo, hazme socio de su pasión, haz que me quede con sus llagas. Haz que me hieran sus llagas, haz que con la Cruz me embriague, y con la Sangre de tu Hijo. Para que no me queme en las llamas, defiéndeme tú, Virgen santa, en el día del juicio. Cuando, Cristo, haya de irme, concédeme que tu Madre me guíe a la palma de la victoria. Cuando el cuerpo sea muerto, haz que al ánima sea dada del Paraíso la gloria. Amén. |
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