martes, 23 de septiembre de 2014

Himno Te Deum laudamus

En honor del santo Padre Pío de Petrelcina, vamos a escuchar hoy uno de los himnos más conocidos de la liturgia católica: el Te Deum. Lo haremos en su versión usual gregoriana, con la peculiaridad de que, a partir del verso Tu Patris sempiternus es Filius, introduce una musicalización polifónica. Me ha parecido bonito e interesante.

El Te Deum suele denominar también Himno Ambrosiano, pues según una leyenda, lo compusieron en común San Ambrosio de Milán y San Agustín de Hipona: en el año 387, cuando San Agustín recibió el bautismo de manos de San Ambrosio: este último, movido por el Espíritu Santo, improvisó el himno y Agustín iba respondiendo a sus versos. Estudios recientes han verificado que el Te Deum en realidad fue escrito en el siglo IV por Aniceto de Remesiana


Te Deum laudamus:
te Dominum confitemur.
Te aeternum Patrem,
omnis terra veneratur.
Tibi omnes angeli,
tibi caeli et universae potestates:
tibi cherubim et seraphim,
incessabili voce proclamant:
Sanctus, Sanctus, Sanctus
Dominus Deus Sabaoth.
Pleni sunt caeli et terra
maiestatis gloriae tuae.
Te gloriosus Apostolorum chorus,
te prophetarum laudabilis numerus,
te martyrum candidatus laudat exercitus.
Te per orbem terrarum
sancta confitetur Ecclesia,
Patrem immensae maiestatis;
venerandum tuum verum et unicum Filium;
Sanctum quoque Paraclitum Spiritum.
Tu rex gloriae, Christe.
Tu Patris sempiternus es Filius.
Tu, ad liberandum suscepturus hominem,
non horruisti Virginis uterum.
Tu, devicto mortis aculeo,
aperuisti credentibus regna caelorum.
Tu ad dexteram Dei sedes,
in gloria Patris.
Iudex crederis esse venturus.

Te ergo quaesumus, tuis famulis subveni,
quos pretioso sanguine redemisti.
Aeterna fac
cum sanctis tuis in gloria numerari.

Salvum fac populum tuum, Domine,
et benedic hereditati tuae.
Et rege eos,
et extolle illos usque in aeternum.
Per singulos dies benedicimus te;
et laudamus nomen tuum in saeculum,
et in saeculum saeculi.
Dignare, Domine, die isto
sine peccato nos custodire.
Miserere nostri, Domine,
miserere nostri.

Fiat misericordia tua, Domine, super nos,
quem ad modum speravimus in te.
In te, Domine, speravi:
non confundar in aeternum.

A ti, Dios, te alabamos. A ti, Señor, te ensalzamos.
A ti, Padre eterno, toda la tierra venera.
A ti, todos los ángeles, a ti los cielos y todas las potencias:
a ti los querubines y los sefarines, con voz incesante proclaman:
"Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los Ejércitos del cielo.
Llenos están los cielos y la tierra de la grandeza de tu gloria."
A ti el glorioso coro de los Apóstoles
a ti el laudable número de los profetas,
a ti la blanca cohorte de los mártires te alaba.
A ti por la tierra la santa Iglesia te ensalza,
Padre de infinita majestad;
a tu venerable, verdadero y único Hijo,
y también al Paráclito Espíritu Santo.
Tú, Cristo, rey de gloria.
Tú eres Hijo eterno del Padre.
Tú, que habiendo de adoptar la naturaleza humana para liberar
al hombre, no rechazaste el seno de la Virgen.
Tú, que tras vencer por completo la tortura de la muerte,
abriste a los creyentes el reino de los cielos.
Tú te sientas a la derecha de Dios, 
en la gloria del Padre.
Se cree que has de venir como juez.
Así pues, te rogamos, acude en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con el precio de tu sangre.
Haz que sean contados en la gloria eterna junto con tus santos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice tu heredad.
Condúcelos y levántalos por siempre.
Todos los días te bendecimos;
y alabamos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor, a guardarnos sin pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Hágase tu misericordia, Señor, sobre nosotros,
del mismo modo que hemos esperado en ti.
En ti, Señor, he esperado:
Que nunca sea yo confundido. Amén.

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