Os deseo la gracia y la paz de parte de Dios nuestro Padre, el amor de nuestro Señor Jesucristo y la comunión del Espíritu Santo, en el comienzo del nuevo año 2016.
Desgraciadamente, mi ordenador ha dejado de funcionar. Después de casi una década a mi servicio, esta fiel máquina ha llegado al final de su camino. Esto me obliga a interrumpir la elaboración de este Blog, hasta que encuentre una solución a este problema. Que el Señor os bendiga, Un abrazo a todos los seguidores de este Blog.
Antonio del Encina compuso un célebre villancico, que todavía hoy es interpretado por los más prestigiosos grupos europeos: Riu, Riu, Chiu. Lo escuchamos interpretado por la Camerata de Oxford.
Riu, Riu, Chiu,
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.
El lobo rabioso
la quiso morder,
mas Dios poderoso
la supo defender,
quísole hazer que
no pudiesse pecar:
ni aún original
esta virgen no tuviera.
Riu, Riu, Chiu,
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.
Este qu'es nasçido
es el gran monarcha,
Christo patriarcha
de carne vestido.
[H]anos redimido
con se hazer chiquito,
aunque era infinito,
finito se hiziera.
Riu, Riu, Chiu.
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.
Muchas profecías
lo [h]an profetizado,
y aún en nuestros días,
lo hemos alcançado;
a Dios humanado
vemos en el suelo,
y al hombre en el cielo
porque'l le quisiera.
Riu, Riu, Chiu,
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.
Yo vi mil garçones
que andavan cantando,
por aquí volando
haziendo mil sones,
diziendo a gascones:
Gloria sea en el cielo
y paz en el suelo,
pues Jesús nasçiera.
Riu, Riu, Chiu,
la guarda ribera,
Dios guardó el lobo
de nuestra cordera.
¡Aleluya! El Señor ha nacido en Belén de Judá. Celebremos este día con gozo, y que los festivos sones del Oratorio de Navidad de Bach nos sirvan de ayuda en nuestra alabanza. Escuchamos la versión de Nikolaus Harnoncourt dirigiendo el Concentus Musicus y el Coro de niños de Viena.
1 CHOR Jauchzet, frohlocket! Auf, preiset die Tage, Rühmet, was heute der Höchste getan! Lasset das Zagen, verbannet die Klage, Stimmet voll Jauchzen und Fröhlichkeit an! Dienet dem Höchsten mit herrlichen Chören, Laßt uns den Namen des Herrschers verehren!
1 CORO ¡Alegraos, cantad felices! ¡Alabad este día! ¡Alabad lo que ha creado el Altísimo! ¡Abandonad el temor y las penas! ¡Cantad alegres! ¡Alabad sin fin! Adorad al Altísimo cantándole a coro: ¡Todos adoramos tu nombre, Señor!
Esta noche santa, en la que cielo y tierra se unen, al nacer de la virgen el Hijo de Dios, cantaron los ángeles que velaban sus rebaños en Belén el himno Gloria in excelsis Deo. Nosotros lo escucharemos con los festivos aires, con los que Antonio Vivaldi los compuso. La versión es del grupo Concerto Italiano
La última misa del tiempo de Adviento es la que se celebra esta mañana, de carácter preparatorio para el gran misterio que celebraremos esta noche. Su introito Hodie scietis es la última llamada de atención que nos hace la liturgia para que nos preparemos.
Hódie sciétis,quía véniet Dóminus, et salvávit nos: Et máne vidébitis glóriam éius. Ps. Dómini est térra, et plenitúdo éius: Órbis terrárum, et univérsi qui hábitat in éo.
Hoy sabréis que viene el Señor para salvarnos. Mañana contemplaréis su gloria. Del Señor es la tierra y cuanto la llena; el orbe y todo cuanto habita en él.
La última antífona de las ferias mayores de Adviento, O Emmanuel, suplica la venida de Cristo, según el nombre profético con que se le nombra en Isaías: Enmanuel, es decir, Dios con nosotros.
O Emmanuel, Rex et legifer noster, exspectatio Gentium, et Salvator earum: veni ad salvandum nos, Domine, Deus noster.
Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos: ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.
Leemos en la Eucaristía de este día el Cántico del Magnificat. Por eso, vamos a escuchar una de las grandes obras de Bach, su Magnificat BWV 243, en la versión de Nikolaus Harnoncourt.
La quinta antífona O de las Ferias Mayores de Adviento invoca al Señor como Sol que nace de lo alto, e ilumina a la humanidad que yace en las sombras del pecado. Late la profecía de Isaías: «El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos.» (Isaías, 9:1-2), así como el cántico del Benedictus: Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto.
O Oriens, splendor lucis aeternae, et sol justitiae: veni, et illumina sedentes in tenebris, et umbra mortis.
Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia: ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
La tercera antífona O de las Ferias Mayores de Adviento invoca al Señor como renuevo del tronco de Jesé. Se refiere a la realeza del Mesías, salvador no sólo de Israel sino de todas las naciones, cuya venida suplica con insistencia la Iglesia en los días previos a la Navidad.
O Radix Iesse, qui stas in signum populorum, super quem continebunt reges os suum, quem gentes deprecabuntur: veni ad liberandum nos, iam noli tardare.
Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos, no tardes más.
Se desconoce el origen exacto de las antífonas O de Adviento. Boecio (480–524/5) hace una breve referencia a ellas, sugiriendo de este modo su existencia en su época. En la Abadía benedictina de san Benito, en Fleury (cerca de Orleans), recitaban estas antífonas el abad y otros superiores de la abadía en rango descendente, y luego se entregaba un obsequio a cada miembro de la comunidad. Ya en el siglo VIII se utilizan en las celebraciones litúrgicas en Roma. El uso de las antífonas de Adviento en los monasterios era tan frecuente que expresiones como «no olvides las O» y «las grandes antífonas de Adviento» formaban parte del habla común. De este modo, podemos concluir que de alguna manera las antífonas de Adviento han sido parte de la tradición litúrgica desde los primeros tiempos de la Iglesia.
Los monjes benedictinos disponían estas antífonas con un propósito definido. Si se empieza por el último título y se toma la primera letra de cada una —Emmanuel, Rex, Oriens, Clavis, Radix, Adonai, Sapientia— se forman las palabras latinas "ero cras", que significan «Mañana vendré». Así Jesús, para cuya venida se han preparado los cristianos durante el Adviento y a quien se dirigen con estos siete títulos mesiánicos, les habla ahora: «Mañana vendré». De este modo, las antífonas de Adviento no sólo infunden intensidad a la preparación del Adviento, sino que lo conducen hacia su alegre fin.
La primera antífona invoca a Cristo como Divina Sabiduría. El Mesías «[...] [brotó] de los labios del Altísimo», lo que resulta muy significativo a la luz de la doctrina del primer capítulo del Evangelio según San Juan, según el cual Jesucristo, el Mesías, es el verbo encarnado de Dios Padre.
Escuhamos la antífona interpretada por el coro de monjes de la Abadía norteamericana de Saint Menrad.
O Sapientia, quae ex ore Altissimi prodiisti, attingens a fine usque ad finem, fortiter suaviterque disponens omnia: veni ad docendum nos viam prudentiae.
Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín, y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino de la salvación.
Escuchamos el Gradual Qui sedes, de la Misa del Tercer Domingo de Adviento, interpretado por la Comunidad de San Lázaro de Autum.
Qui sedes, Domine, super Cherubim, excita potentiam tuam, et veni. Qui regis Israel, intende; qui deducis, velut ovem, Ioseph.
ú, Señor, que estás sentado sobre los Querubines, despierta tu poder y ven. Tú, que gobiernas a Israel, atiende; tú, que guías a José como a una oveja.
Escuchamos el introito de la Misa del Tercer Domingo de Adviento, interpretado por el Coro de Monjes de Solesmes.
Gaudete in Domino sem-per: iterum dico, gaudete. Modestia vestra nota sit omnibus hominibus: Dominus enim prope est. Nihil solliciti sitis: sed in omni oratione petitiones vestræ innotescant apud Deum. Ps/. Benedixisti, Domine, terram tuam: avertisti captivita-tem Iacob.
Gozaos siempre en el Señor; otra vez digo, gozaos. Vuestra modestia sea patente a todos los hombres. El Señor está cerca. No tengáis solicitud de cosa alguna; mas en toda circunstancia, por la oración, manifestad vuestra peticiones. Ps/. Bendijiste, Señor, a tu tierra; apartaste la cautividad de Jacob.
La misa del Domingo II de Adviento se inicia con el introito Populus Sion, que se repite durante toda la semana. En la composición se destacan dos palabras: gloriam y laetitiam, es decir, gloria y alegría, expresiones que corresponden a la espiritualidad del Adviento.
Populus Sion, ecce Dominus veniet ad salvandas gentes: et auditan faciet Dominus gloriam vocis suæ in lætitia cordis vestri. Ps/. Qui regis Israel, intende: qui deducis, velut ovem, Ioseph.
Pueblo de Sión, he ahí que viene el Señor a salvar a las naciones; el Señor hará billar la majestad de su voz para alegría de vuestro corazón. Ps/. Tú que gobiernas a Israel, atiende; tú que guías a José como a una oveja.
El introito gregoriano de la misa de la Inmaculada, Gaudens gaudebo, es una pieza llena de alegría y de movimiento. Expresa la alegría de María, liberada por especial privilegio del Señor del yugo del pecado desde el mismo inicio de su existencia. Escuchamos este introito en la reconocida versión de los monjes de Silos.
Gáudens gaudébo in Dómino, et exsultábit ánima méa in Déo méo: quia índuit me vestiméntis salútis, et induménto justítiae circúmdedit me, quiasi spónsam ornátam monílibus súis Exaltábo te, Dómine, quóniam suscepísti me: nec delectásti inimícos méos super me.
En gran manera me gozaré en el Señor; mi alma se alegrará en mi Dios. Porque él me ha vestido con vestiduras de salvación y me ha cubierto con manto de justicia. Me ha ataviado con una diadema, como a novia que se adorna con sus joyas. Te doy gracias, Señor, porque me has escogido, y nos has permitido que mis enemigos triunfen sobre mí.
El ofertorio de la primera semana de Adviento es una pieza llena de emoción, que expresa los sentimientos de esperanza y confianza propios de este tiempo.
Ad te, Domine, levavi animam meam: Deus meus, in te confido, non erubescam: neque irrideant me inimici mei: etenim universi qui te exspectant, non confundentur.
A ti, Señor, levanto mi alma: Dios mío, en ti confío, no quede yo avergonzado; que no se rían de mí mis enemigos, pues los que esperan en ti no quedan defraudados.
En honor de san Francisco Javier, vamos a escuchar hoy un precioso motete de Francisco Guerrero, sobre la parábola del Evangelio de los viñadores que fueron enviados por el Señor a trabajar en su viña. Me ha parecido una elección adecuada por dos motivos. En primer lugar, por ser el compositor contemporáneo del gran santo jesuita; en segundo lugar, porque el texto del motete encaja perfectamente con la misión evangelizadora que llevó a cabo san Francisco Javier. La interpretación corre a cargo del grupo Musica Ficta.
Simile est regnum caelorum homini patri familias qui exiit primo mane conducere operarios, in vineam suam conventione autem facta cum operariis ex denario diurno misit eos in vineam suma. Et egressus circa horam tertiam, vidit alios stantes in foro otiosos et dixit: Ite et vos in vineam et quod iustum fuerit dabo vobis
El reino de los cielos se parece a un padre de familia que salió de madrugada a contratar jornaleros. Acordó darles la paga de un día de trabajo y los envió a su viñedo. Cerca de las nueve de la mañana salió y vio a otros que estaban desocupados en la plaza. Les dijo: 'Id también a trabajar en mi viña, y os pagaré lo que sea justo.' Y así lo hicieron.
El salmo gradual de la misa del Primer Domingo de Adviento Universi, están compuesto en el primer tono, también sobre un versículo del salmo 24, como el Introito. Es una oración destinada a infundir confianza en la esperanza.
Universi qui te exspectant, non confundentur, Domine. Vias tuas, Domine, notas fac mihi: et semitas tuas edoce me.
Los que esperan en ti, Señor, no quedan confundidos. Señor, enséñame tus caminos, muéstrame tus sendas.
El introito de la misa del domingo primero de Adviento es una de las obras maestras del canto gregoriano. Toma un versículo del salmo 24: A ti levanto mi alma, Dios mío, y construye una melodía sobriamente adornada, que expresa el anhelo de la entera creación por la venida del Señor.
Ad te levavi animam meam: Deus meus, in te confido, non erubescam: neque irrideant me inimici mei: etenim universi, qui te exspectant, non confundentur.
A ti levanto mi alma, Dios mío, en ti confío, ¡no sea confundido, no triunfen de mí mis enemigos! No hay confusión para el que espera en ti. Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas.
Escuchamos hoy un himno característico del Adviento, cuya música expresa la expectación de este tiempo litúrgico: Rorate caeli.
Roráte cæli désuper, et nubes pluant iustum. Ne irascáris, Dómine, ne ultra memíneris iniquitátis: ecce cívitas Sancti facta est desérta: Sion desérta facta est: Ierúsalem desoláta est: domus sanctificatiónis tuæ et glóriæ tuæ, ubi laudavérunt te patres nostri. Roráte cæli désuper, et nubes pluant iustum. Peccávimus et facti sumus tamquam immúndus nos, et cecídimus quasi fólium univérsi: et iniquitátes nostræ quiasi ventus abstulérunt nos: abscondísti fáciem tuam a nobis, et allisísti nos in manu iniquitátis nostræ. Roráte cæli désuper, et nubes pluant iustum. Vide Dómine afflictiónem pópuli tui, et mitte quem missúrus es: emítte Agnum dominatórem terræ, de petra desérti ad montem fíliæ Sion: ut áuferat ipse iugum captivitátis nostræ. Roráte cæli désuper, et nubes pluant iustum. Consolámini, consolá-mini pópule meus: sito véniet salus tua: quare mæróre consúmeris, quia innovábit te dolor? Salvábo te, noli timére: ego enim sum Dóminus Deus tuus, Sanctus Israel, redémptor tuus. Roráte cæli désuper, et nubes pluant iustum.
Que los cielos destilen el rocío y las nubes lluevan al Justo. No te irrites, Señor; no te acuerdes de nuestras iniquidades. Mira que la ciudad santa está desierta: Sión ha quedado abandonada, Jerusalén, la casa de tu santidad y de tu gloria, en donde te alabaron nuestros padres, está desolada. Que los cielos destilen el rocío y las nubes lluevan al Justo. Hemos pecado y nos hemos hecho semejantes a la escoria del mundo; todos hemos caído como las hojas. Nuestras maldades nos han zarandeado como el viento. Escondiste tu faz de nosotros y nos has estrellado en castigo de nuestra iniquidad. Que los cielos destilen el rocío y las nubes lluevan al Justo. Mira, Señor, la aflicción de tu pueblo, y mándanos al que has de enviar. envía al Cordero Dominador de la tierra, de la roca del desierto al monte de la hija de Sión; para que nos libre del yugo de nuestro cautiverio. Que los cielos destilen el rocío y las nubes lluevan al Justo. Consuélate, consuélate, pueblo mío, que pronto vendrá tu salvación. ¿Por qué te consumes de tristeza y el dolor te ha demudado? Te salvaré, no temas; pues yo soy tu Señor y Dios, el Santo de Israel y tu Redentor. Que los cielos destilen el rocío y las nubes lluevan al Justo.
Andrés Cea Galán interpreta el Tiento de segundo tono (LXII) (Obras de música, 1578) en el órgano Francisco Ortíguez (1750) de la iglesia de Santiago de Castaño del Robledo (Huelva, España) en una grabación discográfica realizada en noviembre de 2009.
En honor de la Santísima Eucaristía, profanada y agraviada hace unos días en Pamplona, escuchamos el Tiento sobre el Pange Lingua de Sebastián Aguilera de Heredia, interpretado por José Luis Gonzalez Uriol, en el Organo Medieval de la Catedral de San Salvador de Zaragoza.
Escuchamos hoy una obra de Mendelssohn, el Magnificat. En cierto modo, recuerdo los tonos solemnes del Magnificat de Bach, autor al que contribuyó a rescatar Mendelssohn decisivamente.
Volvemos a Antonio de Cabezón, para escuchar sus Diferencias sobre la Gallarda Milanesa, en la interpretación que hace Arturo Barba en el órgano de la Parroquia de Villar de Cañas (Cuenca).
Escuchamos hoy la versión gregoriana de la secuencia Dies Irae, atribuida al franciscano fray Tomás de Celano (1200-1260). difícilmente podríamos considerar esta pieza como canto gregoriano; se trataría, más bien, de una danza de la muerte medieval, que muestra ya un estado de avance cultural y musical, con respecto al gregoriano clásico, propio de la Alta Edad Media. Su popularidad hay que ponerla en el contexto de la gran epidemia de la peste negra, que asoló la Europa de mediados del siglo XIV.
Escuchamos hoy una obra del renacimiento hispano, compuesta por Antonio de Cabezón: Pavana con su Glosa, interpretada en el órgano de la Parroquia de Sesma (Navarra).
Escuchamos el Gradual de la fiesta de Jesucristo, rey del Universo. Se trata de una meditación contemplativa del poder regio del Señor, que se extenderá por toda la tierra, invitando a los pueblos a la adoración de Dios.
Dominabitur a mari usque ad mare: et a flumine usque ad terminos orbis terrarum. Et adorabunt eum omnes reges terræ; omnes gentes servient ei.
Dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra. Todos los reyes se postrarán ante él, y le servirán todas las naciones.
Recordamos hoy la Presentación de Santa María en el Templo. En honor de la Santa Madre de Dios volvemos a recurrir a uno de nuestros compositores favoritos: Cristóbal de Morales. De su Misa Benedicta es regina caelorum, en honor de Santa María, vamos a escuchar su primera sección, el Kyrie, en la interpretación de la Orquesta del Renacimiento, dirigida por Richard Cheetham. Las imágenes que se ven pertenecen a la catedral de Sevilla, donde se desarrolló el trabajo musical de Morales.
Terminamos hoy la audición del Requiem de Mozart, con su última sección: la comunión Lux aeterna, construida sobre los temas con los que se inician la obra. La versión que hemos escuchado, de Philippe Herrewege, parece una de las mejores grabaciones entre las existentes en la actualidad.
Lux aeterna luceat eis, Domine: Cum Sanctus tuis in aeternum: quia pius es. Requiem aeternam dona eis. Domine: et lux perpetua luceat eis. Cum Sanctis tuits in aeternum: quia pius es.
Que la luz eterna los ilumine, Señor: en compañía de los santos por toda la eternidad, ya que sois piadoso. Dales, Señor, el descanso eterno, y brille para ellos la luz perpetua: en compañía de los santos por toda la eternidad.
La siguiente sección del Requiem de Mozart es el Agnus Dei, que seguimos escuchando en la magnífica versión dirigida por Philippe Herrewege.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis. Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis. Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, dona nobis pacem.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, danos la paz.
Escuchamos hoy la segunda parte del Sanctus, que lleva por título la primera palabra de su versículo: Benedictus: Bendito el que viene en nombre del Señor. Se combianan las cuatro voces solistas en la exposición de esta frase, para concluir en el tema del Hossana de la primera parte del Sanctus.
Benedictus qui venit in nomine Domini. Hosanna in excelsis.
Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en los cielos.
La Misa de Requiem sigue con el Sanctus, que Mozart divide en dos secciones. Hoy escuchamos la primera, confiada al coro y a la orquesta, que contiene la triple proclamación de la santidad de Dios.
Sanctus, Sanctus, Sanctus, Dominus Deus Sabaoth. Pleni sunt coeli et terra gloria tua. Hosanna in excelsis.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo.
El Ofertorio de la Misa de difuntos consta de la antífona Iesu pie, que escuchamos ayer, y del versículo Hostias et preces, confiado al coro y a la orquesta. Una vez cantado este versículo, en forma de fugato, el coro recoge la última parte de la antífona: Quam olim Abrahae.
Hostias et preces tibi, Domine, laudis offerimus: tu suscipe pro animabus illus, quarum hodie memoriam facimus: fac eas, Domine, de morte transire ad vitam, quam olim Abrahae promisti et semini ejus.
Os ofrecemos Señor oraciones y sacrificios de alabanza, recibidos por las almas de quienes hacemos memoria: haced que pasen de la muerte a la vida, como prometiste a Abraham y a su descendencia.
Una vez terminada la secuencia, sigue el Requiem de Moart con el Ofertorio, cuyo texto original es una plegaria litúrgica deprecatoria, que pide al Señor Jesús la liberación de las almas de los difuntos, e implora la intercesión de san Miguel. Mozart destina esta sección al coro y a la orquesta. Seguimos con la versión de Philippe Herrewege.
Domine Jesu Christe, Rex gloriae, libera animas omnium fidelium defunctorum de poenis inferni et de profundo lacu: Libera eas de ore leonis, Ne absorbeat eas tatarus, ne cadant in obscurum: Sed signifer sanctus Michael repraesentet eas in lucem sanctam: Quam olim Abrahae promisiti et semini ejus.
Señor Jesucristo, Rey de la gloria, libera a las almas de todos los fieles difuntos de las penas del infierno y de las profundidades del lago. Líbralas de la boca del león, que el abismo no las absorba, ni caigan en las tinieblas, sino que el abanderado San Miguel las conduzca hacia la santa luz, como antaño prometiste a Abraham y a sus descendientes.
Retomamos la audición del Requiem de Mozart con la última sección de la secuencia Dies Irae, que toma por título las palabras Lacrimosa dies illa. La obra está destinada al coro, y es de un patetismo extremo. Seguimos con la versión de Philippe Herrewege.
Lacrimosa dies illa, qua resurget ex favilla iudicandus homo reus. Huic ergo parce, Deus. Pie Iesu Domine, dona eis requiem. Amen.
Día de lágrimas será aquel renombrado día en que resucitará, del polvo para el juicio, el hombre culpable. A ese, pues, perdónalo, oh Dios. Señor de piedad, Jesús, concédeles el descanso. Amén.
La siguiente sección del Requiem de Mozart combina dos elementos bien distintos: una temible amenaza contra los pecadores (sean confundidos los malvados), con una sentida petición de súplica. La sección está confiada al coro y a la soprano, y combina ritmos agitados en la primera parte, con un tiempo más sosegado en la segunda. Seguimos con la versión de Philippe Herrewege.
Confutatis maledictis, flammis acribus addictis, voca me cum benedictis. Oro supplex et acclinis, cor contritum quasi cinis, gere curam mei finis.
Confundidos los malditos arrojados a las llamas voraces hazme llamar entre los benditos. Te lo ruego, suplicante y de rodillas, el corazón acongojado, casi hecho cenizas: hazte cargo de mi destino.
Seguimos con el Requiem de Mozart. Escuchamos hoy una nueva sección de la secuencia: Recordare Iesu pie. El texto adquiere un toco muy suplicante, lo que fue expresado musicalmente por el compositor con un tono más intimista. La parte vocal está confiada a las cuatro voces: barítono, tenor, soprano y contralto. Escuchamos la misma versión de Philippe Herrewege.
Recordare, Iesu pie, quod sum causa tuæ viæ ; ne me perdas illa die. Quærens me, sedisti lassus, redemisti crucem passus, tantus labor non sit cassus. Iuste Iudex ultionis, donum fac remissionis ante diem rationis. Ingemisco, tamquam reus, culpa rubet vultus meus, supplicanti parce Deus. Qui Mariam absolvisti, et latronem exaudisti, mihi quoque spem dedisti. Preces meæ non sunt dignæ, sed tu bonus fac benigne, ne perenni cremer igne. Inter oves locum præsta, et ab hædis me sequestra, statuens in parte dextra.
Acuérdate, piadoso Jesús de que soy la causa de tu calvario; no me pierdas en este día. Buscándome, te sentaste agotado me redimiste sufriendo en la cruz no sean vanos tantos trabajos. Justo juez de venganza concédeme el regalo del perdón antes del día del juicio. Grito, como un reo; la culpa enrojece mi rostro. Perdona, Señor, a este suplicante. Tú, que absolviste a Magdalena y escuchaste la súplica del ladrón, me diste a mí también esperanza. Mis plegarias no son dignas, pero tú, al ser bueno, actúa con bondad para que no arda en el fuego eterno. Colócame entre tu rebaño y sepárame de los machos cabríos situándome a tu derecha.
San Martín no sólo fue el primer monje de Europa, sino que también fue el primer santo que no padeció el martirio. Con él, se inauguró una nueva categoría de santos: los confesores de la fe, aquellos que confesaron al Señor no con su muerte, sino con su vida y su predicación.
En su honor se compuso un himno, titulado Iste confessor, que alcanzó una enorme popularidad, siendo utilizado litúrgicamente para otros muchos santos, englobados en la lista de los confesores. Hoy escucharemos la versión barroca de este himno, a cargo de Domenico Scarlatti. La interpretación corre a cargo del coro de la Catedral de Le Puy en Velay, que dirige Pierre Kaeppelin.
Hoy le toca el turno a la sección de la secuencia de la Misa de Requiem que comienza con las palabras Rex tremendae maiestatis. El compositor enfatiza el dramatismo del texto con una música sobrecogedora. Escuchamos la misma versión de Philippe Herrewege.
Rex tremendæ maiestatis, qui salvandos salvas gratis, salva me, fons pietatis.
Rey de tremenda majestad tú que, salvas gratuitamente a los que hay que salvar, sálvame, fuente de piedad.
La siguiente sección del Requiem de Mozart se inicia con las palabras de la secuencia Tuba mirum. La parte vocal está confiada a soprano, contralto, barítono y tenor. Escuchamos la misma versión de ayer, dirigida por Philippe Herrewege.
Tuba mirum spargens sonum per sepulcra regionum, coget omnes ante thronum. Mors stupebit et Natura, cum resurget creatura, iudicanti responsura. Liber scriptus proferetur, in quo totum continetur, unde Mundus iudicetur. Iudex ergo cum sedebit, quidquid latet apparebit, nihil inultum remanebit. Quid sum miser tunc dicturus ? Quem patronum rogaturus, cum vix iustus sit securus ?
La trompeta, esparciendo un sonido admirable por los sepulcros de todos los reinos reunirá a todos ante el trono. La muerte y la Naturaleza se asombrarán, cuando resucite la criatura para que responda ante su juez. Aparecerá el libro escrito en que se contiene todo y con el que se juzgará al mundo. Así, cuando el juez se siente lo escondido se mostrará y no habrá nada sin castigo. ¿Qué diré yo entonces, pobre de mí? ¿A qué protector rogaré cuando apenas el justo esté seguro?
Seguimos escuchando el Requiem de Mozart quien, antes de morir, consiguió terminar tan solo tres secciones con el coro y órgano completo: Introitus, Kyrie y Dies Irae. Del resto de la Secuencia dejó las partes instrumentales, el coro, voces solistas y el cifrado del bajo y órgano incompletos, además de anotaciones para su discípulo Franz Xaver Süssmayr. También había indicaciones instrumentales y corales en el Domine Jesu y en el Agnus Dei. No había dejado nada escrito para el Sanctus ni el Communio. Aunque en un principio Constanze, su viuda, pidió al músico de la Corte Joseph Leopold Eybler que terminase el Réquiem, fue su discípulo Süssmayer quien lo acabó, siguiendo las directrices de Mozart, completando las partes restantes de la instrumentación, agregando música en donde faltaba y componiendo íntegramente el Sanctus. Para el Communio, simplemente utilizó los temas del Introito y el Kyrie, a manera de reexposición, para darle cierta coherencia a la obra.
Hoy escuchamos la primera sección de la Secuencia Dies Irae, confiada al coro, sobre el célebre texto medieval. Escuchamos la misma versión de ayer, dirigida por Philippe Herrewege.
Dies iræ, dies illa, Solvet sæclum in favilla, Teste David cum Sibylla ! Quantus tremor est futurus, quando iudex est venturus, cuncta stricte discussurus !
Día de la ira, aquel día en que los siglos se reduzcan a cenizas; como testigos el rey David y la Sibila. ¡Cuánto terror habrá en el futuro cuando el juez haya de venir a juzgar todo estrictamente!
Vamos aescuchar una de las más célebres composiciones de Mozart en este mes de noviembre, en el que recordamos a los difuntos: su Misa de Requiem.
En junio de 1791, Mozart ofreció en Viena uno de sus últimos conciertos públicos; tocó el Concierto para piano n.º 27 (KV 595). Su último hijo, Franz Xaver Wolfgang, nació el 26 de julio. Días antes en su casa se presentó un desconocido, vestido de negro, que rehusó identificarse y encargó a Mozart la composición de un réquiem. Le dio un adelanto y quedaron en que regresaría en un mes. Pero el compositor fue llamado desde Praga para escribir la ópera La clemencia de Tito, para festejar la coronación de Leopoldo II.
Cuando subía con su esposa al carruaje que los llevaría a esa ciudad, el desconocido se presentó otra vez, preguntando por su encargo. Esto sobrecogió al compositor. Más tarde se supo que aquel sombrío personaje (al parecer, llamado Franz Anton Leitgeb) era un enviado del conde Franz von Walsegg, músico aficionado cuya esposa había fallecido. El viudo deseaba que Mozart compusiese la misa de réquiem para los funerales de su mujer, pero quería hacer creer a los demás que la obra era suya y por eso permanecía en el anonimato.
Según la leyenda, Mozart, obsesionado con la idea de la muerte desde la de su padre, debilitado por la fatiga y la enfermedad, muy sensible a lo sobrenatural por una supuesta vinculación con la francmasonería en esa época de su vida e impresionado por el aspecto del enviado, terminó por creer que este era un mensajero del destino y que el réquiem que iba a componer sería para su propio funeral.
Escuchamos el Introito Requiem y el Kyrie, en la interpretación de la Orquesta de los Campos Elíseos, con el Colegio Vocal de la Capilla Real, dirigidos por Philippe Herrewege.
En la memoria de san Carlos Borromeo, vamos a escuchar una obra de un autor contemporáneo del santo: Palestrina. Se trata, en concreto, del himno Veni Creator Spiritus, interpretado por el prestigioso grupo The Sexteens.
En la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, escuchamos una de las obras maestras del Renacimiento hispano: la Misa de Requiem de Cristóbal de Morales. En concreto, nos centramos en sus dos primeras secciones: el Introiro Requiem aeternam y el Kyrie. La interpretación corre a cargo del grupo Musica Ficta, que dirige Raúl Mallavibarrena.
En honor de Todos los Santos escuchamos la antífona del Oficio O quam gloriosum, qué glorioso es el reino, en la versión que Tomás Luis de Victoria compuso con su habitual maestría. Lo interpreta el grupo Voices of Ascension, dirigidos por Dennis Keene.
O quam gloriosum est regnum in quo cum Christo gaudent omnes Sancti amicti stolis albis, sequuntur Agnum quocumque ierit..
Oh, cuán glorioso es el reino en el que junto a Cristo se gozan todos los santos vestidos con túnicas blancas y siguen al Cordero allá donde va.
Vamos a despedir el mes de octubre, dedicado al Santo Rosario, con una curiosa obra de Antonio Vivaldi: el Concierto para la Asunción de la Santísima Virgen María, RV 581.
Dietrich Buxtehude es un compositor barroco alemán anterior a Bach, cuya obra le influyó considerablemente. Vamos a escuchar una obra de gran belleza, su Preludio y Fuga, con el número 149 de su catálogo, interpretada por la organista Marie Claire Alain.
El Evangelio nos lleva hoy a lamentarnos, con Jesús, de la suerte de Jerusalén. Por eso, escuchamos la primera de las lamentaciones que se cantan en la liturgia del Viernes Santo, en la versión mozárabe de los monjes de Silos.
De lamentatióne Ieremíæ prophétæ. HETH. Cogitávit Dóminus dissipáre murum fíliæ Sion: teténdit funículum suum, et non avértit manum suam a perditióne: luxítque antemurále, et murus páriter dissipátus est. TETH. Defíxæ sunt in terra portæ eius: pérdidit, et contrívit vectes eius: regem eius et príncipes eius in géntibus: non est lex, et prophétæ eius non invenérunt visiónem a Dómino. IOD. Sedérunt in terra, conticuérunt, senes fíliæ Sion: conspersérunt cínere cápita sua, accíncti sunt cilíciis, abiecérunt in terram cápita sua vírgines Ierúsalem. CAPH. Defecérunt præ lácrimis óculi mei, conturbáta sunt víscera mea: effúsum est in terra iecur meum super contritióne fíliæ pópuli mei, cum defíceret párvulus et lactens in platéis óppidi. Ierúsalem, Ierúsalem, convértere ad Dóminum Deum tuum.
Lamentaciones del Profeta Jeremias Heth. El Señor determinó arrasar las murallas de Sión: tendió la plomada y no retiró la mano que derribaba; muros y baluartes se lamentaban al desmoronarse juntos. Teth. Derribó por tierra las puertas, rompió los cerrojos. Rey y príncipes estaban entre los gentiles. No había ley. Y los profetas ya no recibían visiones del Señor. Yod. Los ancianos de Sión se sientan en el suelo silenciosos, se echan polvo en la cabeza y se visten de sayal; las doncellas de Jerusalén humillan hasta el polvo la cabeza. Caph. Se consumen en lágrimas mis ojos, de amargura mis entrañas; se derrama por tierra mi hiel, por la ruina de la capital de mi pueblo; muchachos y niños desfallecen por las calles de la ciudad. ¡Jerusalén, Jerusalén, conviértete al Señor, tu Dios!
Oramos hoy por nuestro difunto hermano Rupert con una de las obras maestras del renacimiento: el Miserere de Josquin des Prés (1450-1521). Se trata de un motete para cinco voces, que compuso entre 1503 a 1504 para el duque Hercules I de Ferrara. Este príncipe estaba en relación con otro célebre ciudadano de Ferrara, el dominico Savonarola, que se había impuesto de Florencia y pretendía la reforma de la Iglesia Católica. Precisamente la obra de Josquin está inspirada en el trágico final y ejecución de Savonarola. En sintonía con el rechazo del austero dominico a la compleja polifonía flamenca, Josquin se esforzó por componer una música muy concentrada. El resultado fue una obra de una sobriedad y profundidad llamativa, siendo el texto fácilmente comprensible.
Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam. Et secundum multitudinem miserationum tuarum, dele iniquitatem meam. Amplius lava me ab iniquitate mea: et a peccato meo munda me. Quoniam iniquitatem meam ego cognosco: et peccatum meum contra me est semper. Tibi soli peccavi, et malum coram te feci: ut justificeris in sermonibus tuis, et vincas cum judicaris. Ecce enim in iniquitatibus conceptus sum: et in peccatis concepit me mater mea. Ecce enim veritatem dilexisti: incerta et occulta sapientiae tuae manifestasti mihi. Asperges me hyssopo, et mundabor: lavabis me et super nivem dealbabor. Auditui meo dabis gaudium et laetitiam: et exsultabunt ossa humiliata. Averte faciem tuam a peccatis meis: et omnes iniquitate meas dele. Cor mundum crea in me, Deus, et spiritum rectum innova in visceribus meis. Ne projicias me a facie tua: et spiritum sanctum tuum ne auferas a me. Redde mihi laetitiam salutaris tui: et spiritu principali confirma me. Docebo iniquos vias tuas: et impii ad te convertentur. Libera me de sanguinibus, Deus, Deus salutis meae et exsultabit lingua mea justitiam tuam. Domine, labia mea aperies: et os meum annuntiabit laudem tuam. Quoniam si voluisses sacrificium, dedissem utique: holocaustis non delectaberis. Sacrificium Deo spiritus contribulatus: cor contritum et humiliatum, Deus, nos despicies. Benigne fac, Domine, in bona voluntate tua sion: ut aedificentur muri Jerusalem. Tunc accetabis sacrificium justitiae, oblationes et holocausta: tunc imponent super altare tuum vitulos.
Ten misericordia de mi, oh Dios: conforme a tu gran misericordia. Y conforme a la multitud de tus piedades, borra mi maldad. Lávame enteramente de mi culpa, y límpiame de mi pecado. Porque yo conozco mi maldad, y mi pecado está siempre ante mis ojos. Contra ti solo he pecado, y hecho lo malo delante de ti: porque te justifiques en tus palabras, y venzas en tu juicio. He aquí que en iniquidades fui engendrado, y en pecados me concibió mi madre. He aquí que amas la verdad: me has manifestado los misterios y secretos de tu sabiduría. Rocíame con hisopo y seré limpio: lávame, y seré emblanquecido más que la nieve. Hazme oir el gozo y la alegría, y saltarán de placer mis huesos apocados. Aparta tu rostro de mis pecados, y borra todas mis iniquidades. Crea en mi, oh Dios, un corazón puro y renueva dentro de mi un espíritu recto. No me eches de tu presencia, y no quites de mi tu santo espíritu. Devuélveme el gozo de tu salvación, sosténgame un espíritu de príncipe. Enseñaré a los pecadores tus caminos, y los impíos se convertirán a ti. Líbrame de toda sangre, oh Dios, de mi salud, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, abrirás mis labios, y mi boca anunciará tu alabanza. Porque si hubieras querido sacrificio, yo lo hubiera ofrecido: mas no te serán agradables los holocaustos. Para Dios es sacrificio un espíritu atribulado: el corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo despreciarás. Haz bien, oh Señor, con tu buena voluntad a Sión: para que sean edificados los muros de Jerusalén. Entonces aceptarás el sacrificio legítimo, las ofrendas y holocaustos: entonces ofrecerán sobre tu altar becerros.